Hace algunas semanas, mi prima María Rosa Ribas, con diferencia la lectora más precoz y voraz de cuantas personas me rodearon en la infancia –adultos incluidos–, me lanzó un reto a través de las redes sociales, después de que alguien le arrojara a ella el guante. En lugar del manido Ice Bucket Challenge (echarse un cubo de agua helada por la cabeza), tan en boga últimamente, me conminó a que escribiera cuáles son los libros que más me han influido o impactado.
Al igual que Rosa, lo que aquí recopilo no son las obras que más me han impresionado literariamente o desde un punto de vista creativo, sino aquellas que, por una razón u otra, “conectaron” conmigo. Su presencia en mi mapa de las emociones obedece probablemente al momento en que fueron leídas y a que, en buena parte de ellas, tuve la sensación de que habían sido escritas para mí.